—'Pues hubo un desmadre', dijo lacónico mi abuelo. Los estudiantes tomaron las calles, y los disolvieron a balazos. Como él con todo y su sapiencia no se sabía bien los porqués, emprendí una búsqueda por mi cuenta sobre lo ocurrido en esos años; no fue nada fácil. Primero, porque no existía la wikipedia, y segundo porque no había más esbozo de los hechos que algunas recopilaciones de testimonios orales. El Memorial de Tlatelolco es muy emotivo, pero creo que Rosario Castellanos exageró un poco al decir que 'el estado del tiempo' fue la noticia principal de los diarios al día siguiente.
&
Rosario Castellanos | Memorial de Tlatelolco (fragmento).
—¿De qué es tu tarea?— Preguntó amablemente la encargada de la hemeroteca de la Ciudadela, y se sorprendió al saber que era simple curiosidad lo que me tenía allí. —Los jóvenes de hoy ya no se interesan por nada, dijo, mientras buscaba los diarios en algunas cajoneras. —Las cosas eran un poco diferentes en esos días—, suspiró. Y comenzó a contarme sobre aquellos días(1). Hubo momentos en los que sentí que su crónica se volvía clasificación PG-13 como para que yo la entendiera, pero visto en retrospectiva, creo que en realidad había cosas que ella misma no entendía bien. El gobierno podía contener cualquier intento de insurrección, pero nunca halló cómo enfrentar una amenaza ideológica.
1968 fue un año catártico para la historia de la humanidad; la sociedad transformó sus valores, ideas, pautas de comportamiento y motivaciones. Se reconocieron los derechos de la mujer, las relaciones generacionales se equilibraron, vinieron los anticonceptivos y la revolución sexual, se cuestionaron los métodos de enseñanza. El autoritarismo estuvo siempre temeroso y tambaleante ante un movimiento que lejos de buscar el poder, implicó revolución cultural, renovación de la conciencia colectiva, y la declaración de la voluntad de disentir.
Guerras injustas como la de Vietnam o la invasión soviética a Checoslovaquia, un mundo partido en dos bloques invirtiendo millones de recursos en una amenaza latente de suicidio nuclear, mientras el hambre y la miseria azotaban al tercer mundo, fueron motivo suficiente para que un grupo no previsto por las más vanguardistas teorías económico-sociales de aquel entonces saliera a las calles a protestar. Los estudiantes no buscaban el poder, sino una reivindicación moral y subjetiva que hacía pedazos todas las explicaciones marxistas sobre lucha de clases y levantamiento del proletariado. La intranquilidad, sin embargo, no era ocasionada por lo meramente ideológico. De hecho, el gobierno sabe dejar de lado lo moral siempre y cuando su poder no sea puesto en entredicho. Cuando los estudiantes —ese nuevo actor en el escenario político— aparecieron, comenzaron a mostrar cualidades (capacidad de organización espontánea, disciplina y activismo sin coerción, sensibilidad a las desigualdades sociales, etc.) que podían efectivamente conducir a una transformación social, los detentadores(2) del poder, temerosos de ver reducido su margen de control, recurrieron a la violencia; y como quien le tiene miedo a los fantasmas (que de hecho, lo eran), inició una cacería de brujas buscando acabar con el movimiento apresando a sus líderes, valiéndose de la figura de la Disolución social(3), y respondiendo con más violencia a las crecientes protestas. Los ignominiosos hechos del 2 de octubre de ese año fueron el crisol de un enfrentamiento de ideas en donde toda la fuerza y terror del estado fueron puestos a disposición de quienes usando la paz como pretexto, decidieron un día que la libertad no era conveniente.
La encargada de la hemeroteca siguió atendiendo sus asuntos, mientras yo comenzaba a adentrarme en el mar de documentos que se extendían en el escritorio. Era bastante más información de la que podía procesar, así que irremediablemente, me quedé mirando los dibujitos. Tras el triunfo de la revolución (sic) a principios del siglo pasado, un periodo de paz que parecía inalterable trajo consigo una exaltación de los motivos y héroes nacionales en la producción artística. Hablo de los muralistas, de Diego Rivera, y demás fans de José Guadalupe Posada, que plasmaron escenarios coloridos de hidalgos sonrientes y gallardos guerreros, fondeados de folklóricos paisajes con obreros, campesinos y otras calaveras del montón.
La producción gráfica de las brigadas de la Escuela Nacional de Artes plásticas (en conjunto con gente de otras escuelas que supieron dejar de lado sus diferencias), fue fundamental en la tarea de difusión de los ideales y motivos del movimiento estudiantil del 68. Las limitaciones del formato fueron síntesis de mensajes creados entre artistas ingeniosos y ocurrentes, quienes sin pensar en las vanguardias crearon los símbolos de una lucha, y que hoy son un material que nos permite comprender un poco mejor cómo se vivía en esos días. Mucho de esa producción se perdió durante los allanamientos que hacían las autoridades en ese intento de sofocar las causas; gran parte de lo que se logró sobrevivir, se exhibe actualmente en el Centro Cultural Tlatelolco. También dejo el enlace de una compilación llamada La Gráfica del 68, que cada vez que se reedita, se agota.
Lo mejor de la herencia del 68 es la cultura de la sospecha, la actitud que consiste en poner siempre en duda cualquier enunciado que se nos ponga por delante; nunca dar por definitivas las ideas recibidas y la autonomía del individuo frente a todas las promesas políticas, culturales o religiosas.
Cuarenta años después estas dos actitudes se echan de menos a la hora romper las nuevas formas de autoritarismo basadas en el triángulo que forman la seguridad como ideología, la competitividad como principio de vida, y el sálvese quien pueda como destino.
Cuarenta años después estas dos actitudes se echan de menos a la hora romper las nuevas formas de autoritarismo basadas en el triángulo que forman la seguridad como ideología, la competitividad como principio de vida, y el sálvese quien pueda como destino.
(Josep Ramoneda)
Al final, la imaginación no llegó al poder como pedía Sartre, y la guerra se siguió haciendo en vez de el amor. Conservo en la memoria algunas imágenes como testimonio del manifiesto de una generación cuyo entusiasmo fue brutalmente arrasado y cobardemente sosegado, pero cuyos ideales abrieron una brecha en la que toca construir las grandes alamedas. A las siguientes generaciones nos corresponde asumir también que libertad y dignidad son una responsabilidad y no un patrimonio. El uso injustificado de la violencia es algo que no se perdona. Entender que pueden morir los hombres pero no deben morir los ideales, es lo que nunca, nunca debe olvidarse.
❧
1.- Crónica de los Hechos.
2.- 'Detentadores' del poder, al igual que 'momiza', son de mis términos sesenteros favoritos. :)
3.- Tipificada como delito en el Arículo 145 del código penal, y hábilmente sacada de contexto.
2.- 'Detentadores' del poder, al igual que 'momiza', son de mis términos sesenteros favoritos. :)
3.- Tipificada como delito en el Arículo 145 del código penal, y hábilmente sacada de contexto.
Comentar...
Publicar un comentario