Max y su ojo submarino |
Reconozco que tengo un problema endémico: Todavía elijo los libros (al menos los infantiles) por sus ilustraciones; Valentina tiene mucho más cuidado que yo para leer las sinopsis de la contratapa y elegir sus historias. A medio pic-nic, Matilde corría, se subía a los árboles, y se ensuciaba la ropa todo lo que podía; Valentina en cambio, juzgaba que los árboles son para recargarse y no para escalarlos, y comenzó con su festín de lectura.
A Max le dolían los ojos
de tanto smog y aire insano
se tallaba las pupilas
como quien busca un gusano.
Por error su dedo extrajo
de golpe el ojo derecho,
no le dolió ni hubo sangre
peró gritó: “¡Oh, que he hecho!“
Las aventuras de Max y su ojo submarino, de Luigi Amara es un muy buen libro. Como frecuentemente ocurre con los buenos libros, la crítica proclama a trompetazos que se trata de algo arch-exelente. Max pierde su ojo derecho, y éste cae al suelo. Para limpiarlo, lo introduce en una pecera, y se da cuenta que su ojo puede mirar a los peces desde cerca. Comienza entonces una serie de imaginativos relatos donde su ojo viajero, lo lleva a espiar sitios insospechados.
La propuesta es fresca, y la ficción tiene muchísimas posibilidades. Eso es lo maravilloso del libro. La cuestión, es que como ganador del prestigioso Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños (2006), está escrito en verso, y ahí es donde se atora un poco. No obstante, es una propuesta valiente: ¿Poesía? ¿Qué es eso? Si el común de la gente supiera distinguir la poesía, Arjona no habría vendido un solo disco. ¿Poesía para niños? Eso es todavía más arriesgado, y es lo que le ha valido tanto reconocimiento al autor. Sus décimas están bien armadas, su ritmo es más o menos constante, y cumple de un modo más o menos constante con la métrica, pero el problema es que eso se nota. No es que uno tome un libro y se ponga a contar sílabas, pero hay algunos casos donde las rimas lucen forzadas y difíciles, y eso les impide seguir fluyendo con naturalidad. Eso hace que se noten.
En la segunda parte del libro, los retratos de familia, el autor se desmarca un poco del rigor académico para describir a la estrafalaria familia del protagonista, y donde los relatos ganan en naturalidad e imaginatividad; lo mismo con la tercera parte, los poemas del ojo, donde el ojo errante a través de sí mismo, describe a los personajes (submarinos) que va encontrando en el camino con una elocuencia poética que le eleva muchísimo el promedio de calidad a todo el texto. Será que historias cono la del oso bi-polar, o la de una ballena que es más floja que la del tuiter fueron de las cosas que más me gustaron de todo el libro. Las ilustraciones son de Jonathan Farr, y no es casualidad que estén en blanco y negro. Esto les da un toque oscuro y misterioso, a veces irónico, pero siempre refrescante. Como dije, no es un libro como para deshacerse en elogios, pero sí para tenerlo en el estante, y visitarlo de vez en cuando. :)
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Un Comentario:
Mi hijo y yo disfrutamos de este libro y me sirvió para introducirlo en el mundo de la poesía, mientras hacíamos una serie de viajes por mundos insospechados. Gracias a la autora y a los maravillosos dibujos.
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