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Estábamos muy contentos los internautas perdiendo nuestro tiempo en las distintas redes sociales, cuando un día nos llega viralmente la noticia de que la Real Academia Española (RAE) está por introducir algunos cambios; algunos irrelevantes, como el de la y 'griega', que pasó a llamarse "ye", y otros no tanto, como los relacionados con las tildes. El 95% de los internautas no sabe usarlas correctamente, y un alarmante porcentaje de ellos no sabe siquiera distinguir entre 'Hay', '¡Ay!', y 'Ahí. ¡Ah, pero qué divertido es protestar!Personalmente, voy a extrañar un poco a la 'Ch' y a la 'Ll', pero ya hace buen rato que, por ejemplo mi apellido (Chávez), es ordenado alfabéticamente —por sistemas creados en el extranjero— como si la primera letra fuera "C", y no "Ch", así que tampoco creo que sea problema. Trastear con la 'Q' tampoco es tan novedoso, ya antes lo intentaron con la 'K'. Quiosco medio aceptó el cambio, pero kilo nunca quiso esa letra. Quizá del mismo modo tengamos cuasares y hablemos de Irak, pero seguiremos teniendo quórum, y veremos el mundial en Qatar. El uso común lo dirá.
La polémica supresión de la tilde en "sólo", me parece una sugerencia tan caprichosa y ridícula, que creo que terminarán reconociendo su error y retractándose; lo que me hizo saltar de mi silla fue la razón del acento diacrítico. ¿Por qué suprimir el acento diacrítico? Ah, pues porque ¡como ya casi nadie escribe a mano..!
¿La ortografía puede entonces ser determinada por la tecnología? En tiempos de las máquinas de escribir mecánicas, mucha gente aseguraba que las mayúsculas no debían llevar tilde, porque en dichas máquinas no se podía escribir. Las primeras computadoras ni tenían en el teclado, ni podían mostrar el caracter "ñ", y no por eso alguien se atrevió a sugerir que la eñe iba a desaparecer del idioma. Con esta tácita aceptación de la influencia del factor tecnológico en la escritura, la RAE debería ocuparse de regular cosas como los emoticonos, y no andar desapareciendo acentos inocentes.
(I)
Antes de Carlo Magno y la dinastía de reyes carolingios que dominaron la Europa de los siglos VIII al XII, todas las letras se escribían una detrás de otra, y era responsabilidad del lector discernir dónde terminaba una palabra, y dónde comenzaba la siguiente. Los escribas carolingios dibujaban un pequeño diamante para dividir una palabra de otra, y conforme el uso de este detalle fue volviéndose común, dejaron espacios entre palabras, y colocaban el diamante al final de la oración. Comenzaron también a colocar pequeñas marcas en el texto que facilitaran su comprensión. No se sabe con certeza si fue una abreviación de la voz latina quaestiō (qo), —para señalar que se trataba de una pregunta— o un semicolon (~) encima de un diamante de final de oración lo que finalmente evolucionó en el signo (?), pero sí se sabe que fueron ellos los que sentaron las bases para todo el sistema de puntuación y 'entonación' de frases que conocemos actualmente.
Uno supone que desde entonces, el lector tiene claro que al ver al final de una oración el signo '?', ésta debe ser leída, 'entonada' como si fuera una pregunta; no obstante, sería un error suponer que tal convención fue aceptada de inmediato, y a la buena. Seguramente hubo mucha gente culta, letrada, a la que el signo le pareció artificioso, ridículo, retrógrada en el uso del lenguaje escrito: ¿Simbolitos para representar intencionalidad? ¡Menuda decadencia!
El avezado lector de esta bitácora habrá adivinado las intenciones de este preámbulo. Subrayar que aceptamos sin reservas el uso de modificadores de intencionalidad oral como '?' ó '!', y en cambio todavía hay cierta renuencia a aceptar la validez de símbolos como ":-)", o ":P". Vladimir Nabokov lamentó alguna vez que no hubiera un símbolo tipográfico para expresar una sonrisa, y es que en aquel entonces, la gente no recurría a la comunicación escrita del modo en que lo hace ahora.
(II)
El primer smiley (antes de que el término se castellanizara como 'emoticono'), surge en 1982, del ingenio de Scott Fahlman, un profesor de Informática de la universidad norteamericana Carnegie Mellon, quien sugirió usar la secuencia :-) en foros de noticias, para subrayar que el comentario había sido escrito con ironía. La medida prosperó rápidamente entre sus colegas, quienes ampliaron enormemente este diccionario de símbolos. Con el crecimiento y expansión de internet, su uso se volvió común.
La popularización de chats y los sistemas de mensajería instantánea que les sucedieron, vinieron a acentuar la importancia de integrar aspectos de la comunicación no verbal a la comunicación escrita. Los intelectuales comenzaron a escandalizarse: ¿Simbolitos para representar intencionalidad? ¡Menuda decadencia! Es natural que vean su uso artificioso y chapucero. Ninguno de los grandes escritores necesitó nunca de ellos para expresar alguna emoción en particular. Cierto, a Shakespeare(1) no le hicieron falta para escribir Hamlet; pero de haber escrito un post para quejarse de que no encontraba lugar de estacionamiento en el Globe Theater, seguramente los habría empleado. Así que no debe extrañarnos que el uso de esta simbología esté presente próximamente en las grandes obras de la literatura universal; si ya nacieron los que serán los grandes escritores del siglo XXI, en este momento seguramente andan puliendo su prosa en el messenger o en su blog.
Yo sé a qué suena lo anterior. Imaginarse a un actual metroflogger puberto, o a un HOYGAN corriente como futuros representantes de la literatura de este incipiente siglo, es algo que produce terror, como mínimo. Es por ello que la responsabilidad de darle buen uso a este nuevo alfabeto emocional, recae en las generaciones trancisionales (es decir, aquellos quienes presenciamos el nacimiento y auge del internet, y todavía nos maravillamos con sus posibilidades y alcances).
(III)
¿Cómo se determina el uso correcto o incorrecto de estos símbolos? Invertir el signo de interrogación para ponerlo al inicio de la pregunta, por ejemplo, fue otra sugerencia de la RAE, que aunque a nadie le gustaba, prosperó gracias a la importancia sin precedentes que la monarquía isabelina le otorgó a la academia. Sabemos que imposiciones semejantes son imposibles en estos tiempos donde el castellano ha dejado de facto ser propiedad de la península, y su evolución queda determinada por el uso, así que todas esas sugerencias con fundamentos débiles y caprichosos —escribir México con 'j' porque 'así suena', o eliminar el acento diacrítico porque 'pues como ya nadie escribe a mano...'— están llamadas al desuso y al olvido.
En algún momento de la historia de la mensajería instantánea, a los ingenieros de empresas como Microsoft o AOL, se les ocurrió interceptar ciertas secuencias de caracteres, y mostrar en su lugar una imagen. La biblioteca de imágenes se fue ampliando, y esto dio lugar a los 'atajos de teclado', que a fuerza de uso se han ido colando como parte de este alfabeto. Rezo porque símbolos como (8), (f), o (y) nunca, nunca, nunca logren prosperar.
Así como las primeras letras fueron representaciones visuales concretas que el uso común fue convirtiendo en símbolos abstractos, los actuales emoticonos son construcciones tipográficas —cuya inmensa mayoría— representa expresiones faciales más o menos definidas, y esa facilidad es un buen principio para conseguir su universalidad. Aunque como la esfinge de Gizeh hayan ido perdiendo paulatinamente la nariz, secuencias como :), :P, :|, ó :*, son inconfundibles. Otras como xD, :@, o 8-), ocupan un contexto semántico que no es tan accesible. Expresiones donde no es necesario girar la cabeza, como ^.^, ¬¬, Ó_ò, º.º, tienen el camino algo más difícil, y seguramente no todas sobrevivirán. Construcciones que hacen referencia a objetos, como flores, (@>--), peces (<º}}}><), chichis (usted, internauta asiduo seguro conoce la secuencia), conejitos-pikachús y demás, están en el rumbo del llamado ASCII art, y su sitio en el lenguaje es casi imposible.
Espero pues, que la RAE se ponga pronto las pilas, se deje de preocupar por si el origen griego o latino de las íes y las yes, y se den a la tarea de hacer cambios importantes relacionados con lo que el uso de las nuevas tecnologías pueden aportar al lenguaje; ojalá que un día lleguen incluso a determinar minucias como que escribir '(:' en vez de ':)' es una falta de ortografía (pues trasgrede el orden de lectura). Mientras eso no suceda, el buen uso de toda esta simbología nos corresponde a los internautas. Sí. Incluso a aquellos tuiteros corrientes que creen que pueden cambiar al mundo con un hashtag (#).
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1.- A propósito de Shakespeare, científicos de una prestigiosa universidad hicieron un estudio (sí, otro de ésos costosos estudios que arrojan datos completamente irrelevantes) para determinar qué tanto se escribe en la actualidad, y llegaron a la (brillante) conclusión de que al internauta promedio le toma menos de 10 años escribir lo mismo (en cantidad de letras), que escribió Shakespeare durante toda su vida.
2 Comentarios:
Te ando buscando por favor escribe a ideasenpapel@prodigy.net.mx Por fa
De verdad que no entiendo nada por favor escribe ideasenpapel@prodigy.net.mx
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