Trino, en 1983. |
Antes de que su humor fuera el de chespirito reloaded, antes de los insípidos ziggies que dibuja actualmente, el Trino que veo impreso en couché mate de 125grs, me inspira una profundísima nostalgia por el Trino que venía en papel revolución...
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Abel Quezada: Nosotros los hombres verdes (1984).
La cita a Abel Quezada viene a propósito de que —además de que soy fan irrestricto— es el primer dibujante del que tengo noticia que se ajusta a la definición de 'monero' (historietista es un término que no acaba de convencerme). A diferencia de ilustradores en su mayoría tremendamente habilidosos y doctos en las teoría de las artes, el monero suele vivir deprisa bajo el yugo de tiempos de entrega irracionales impuestos por sus editores, con una sobresaltada necesidad de síntesis, y con una recurrente solución lúdica a los retos del oficio. Como con la vida, los moneros no pueden tomarse demasiado en serio su trabajo. Nunca saldrían vivos de él.
No es fácil hacer historietas en estos tiempos donde el internet ha permitido el acceso a la diversidad y facilitado con ello los procesos de apertura y tolerancia. Añada la dificultad implícita al contexto de la tradicionalista Guadalajara de 1984. La caricatura política ya gozaba de bastante arraigo, aunque desde su concepción solía estar limitada por la rigidez del tema, o empobrecida por aquellos que la usaban como método para obtener prestigio. Entonces, un colectivo (antes de que los hipsters malbarataran el término) de moneros se arriesgó a un humor irreverente y sin compromiso; a parodiar situaciones ajenas al determinismo erudito, a proclamar su derecho a echar desmadre.
I.- Falcón, Jis y Trino
(Como el trío galaxia)
Galimatías.
1.- m coloq. Discurso o escrito embrollado. Lenguaje oscuro por la impropiedad de la frase o por la confusión de las ideas.
2.- Nombre para una aventura editorial de 1984 donde además de Trino, José Ignacio Solórzano (que firma con sus iniciales), Manuel Falcón, y otros tantos hoy medio desconocidos, se lanzaron a desafiar las estructuras del pensamiento habitual en cuentos de princesas; a poner a Jesucristo a bailar el hula-hula para romper con algunos tabúes temáticos, o a usar el excremento como personaje para sacar una vuelta provechosa a las convenciones que los tildan de escatológicos.
En esa época el trabajo de este trío de moneros ya aparecía en suplementos dominicales —La croqueta: Humor perro, en La Jornada, y Mono-Bloc: Todos venimos del mono en El Occidental de Guadalajara—. Sin embargo, las restricciones de la plana les obligaron a diseñar una fórmula creativa que luego repetirían con éxito Jis y Trino en la Chora interminable (Revista Proceso), o en el Santos contra la Tetona Mendoza (La Jornada): prescindir de un guión para improvisar una historieta a varias manos, donde el final no obedece a razones de continuidad semántica, sino al capricho de a quien le tocara dibujar el siguiente cuadrito.
En ese sentido, siendo Galimatías una publicación mucho menos demandante que un diario, permitió más intercambio y retroalimentación con colaboradores eventuales del calibre de Magú, Naranjo o Guillermo Del Toro (sólo por citar algunos), y más tiempo para historietas individuales de una creatividad menos apresurada en donde es darwineanamente posible apreciar la evolución en el dibujo y en los personajes de cada uno.
II.- Jis y Trino
(Como el dúo dinámico)
Estaba un día el Santo dándose un gallo viendo la lucha libre...
Guardando toda proporción, para algunos fanáticos estas líneas son equivalentes al En algún lugar de la Mancha cervantino. Un involuntario génesis, o más bien, una imprevista transmutación de un ícono folk enmascarado y singular (El Santo) en un antihéroe ambivalente y pacheco, pero plural (El Santos), quien además trajo consigo una pléyade de personajes igualmente memorables, que por sí solos merecen otra entrada en este humilde blog.
Paralelamente, la última página de la revista Proceso, donde desfilaran personajes tremendamente consolidados como Boogie el aceitoso, fue paulatino testigo de las debrayantes pachequeces (la RAE no posee términos ni remotamente cercanos) de este dúo, bajo los influjos de una chora(1) imaginaria, mágica, interminable. La fórmula antes descrita funcionó durante muchos años, catapultó a la fama a sus autores, y se volvió una referencia obligada para futuros compendios sobre la historia del historieta en este país. Pero como el amor, no todo es eterno, y ambas tiras fueron en picada. La fragmentación de la simbiosis creativa de estos moneros fue muy notoria desde muchas tiras previas a su divorcio definitivo. El argumento de la Chora siempre inconexo pero divertido, pasó a ser incoherente y dividido. En el Santos, el argumento se volvió en un pleito de lavadero, donde la línea de cada autor reflejaba su molestia mutua para con el otro. Trino dejó de ashurar sus monos, y empezó a dibujar con ignominiosa hueva. Nomás por chingar, supongo.
Una industria de la historieta tan fuerte como la del vecino país del norte tiene suficientes medios contractuales y financieros como para proteger a los personajes incluso de sus propios autores. Cuando Bob Kane se aburrió de dibujar, Batman ya era patrimonio de DC Cómics, y otros dibujantes pudieron continuar con el legado. A Superman hicieron como que lo mataban por meras cuestiones de marketing, pero eso es otra cuestión. No creo que Jis y Trino hayan tenido incancelables contratos millonarios, pero fue absolutamente lamentable que en vez de una ruptura civilizada, en las últimas tiras Trino, desde la alevosa coautoría se hubiera dedicado a atacar pueril, traperamente y sin cuartel al Santos. De antihéroe callejero y luchador, lo volvió un impotente quejica y pitochico. Esto no salió en el TVnotas, ni en ninguna biografía no autorizada. Esto se reflejaba en los dibujos.
III.- Trino
(Como el llanero chaquetero Solitario)
Tras la forzada desaparición del trabajo colectivo, la bifurcación condujo a Jis por los escabrosos pero honestos caminos de la experimentación underground, mientras que un pasteurizado y en empaque abre-fácil Trino comenzó a publicar en el ultraderechista Reforma. ¿Tiene esto algo de malo? Creo que es muy sencillo criticar desde la comodidad de una bitácora, sin tomar en cuenta que no puedes pagar el súper con tu credencial de artista experimental, pero también creo que hay maneras más decorosas de volverse comercial.
Amén de que es evidente que el viacrucis por el que hizo pasar al Santos es algo que no le perdono, decidí darle una oportunidad a trabajos como Las Crónicas de Marte, o a las de policías y ladrones. Sus dibujos torpemente coloreados me hicieron recordar a mis amigas de la secundaria coleccionando montón de parafernalia del insulso Ziggy, y sus guiones me parecieron no más ingeniosos que los del Chómpiras y el Botija. Pero eso sí, uno puede conseguir su material en libros maravillosamente editados.
—¿Trescientos pesos?
—Sí, señor — Responde amablemente el joven vendedor de Gandhi. Y añade:
—¡Es que es Trino, el que hace los dibujos que salen en el programa de López Dóriga, los que salían en las olimpiadas! ¿Pues que no lo conoce?
Conozco al Trino de Galimatías, de la Croqueta y Monoblock, al de la Chora y de las Histerietas; incluso al del Santos, aunque me haya hecho enojar al final. Al que dibujaba historias de princesas con final inesperado, el que metía los dedos al gore sin hacer cara de fuchi. Al actual, de verdad lo desconozco. Me queda claro que estoy volviéndome viejo.
❧
1.- Aunque es más popularmente conocida como 'bacha', chora es el nombre coloquial que se le da a la última parte de un porro, churro, toque, o como el amable lector llame a la marihuana envuelta en papel arroz según su latitud.
Lo mejor de Trino está por allí, perdido en el underground. Si usted quiere visitar al Trino avalado por la Secretaría de Salud, el Consejo mexicano de la publicidad, y la asociación de risas Colgate, esta es su página oficial: trino.com.mx*
*Está en hecha en flash. Le avisamos para que usted, apreciable lector avant-garde que nos visita desde su iPad, pueda ahorrarse el click.
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2 Comentarios:
En hora buena tu post, justo a tiempo para que quede a la posteridad junto con las celebraciones bicentenarias (sic).
Yo recuerdo con mucho cariño a los moneros y las tiras de las Histerietas, que debieron dejarse de publicar por ahí del '98. Las Histerietas para mí comenzaron con la caída del muro de Berlin, cuando la Jornada a mi gusto, no sé si por mi falta de criterio a esa edad, tenía alguna semejanza al periodismo serio que hace años no encuentro en ningún periódico mexicano. Me provoca nostalgia recordar los cartones que leía en esa época; de Jis y Trino, Quintero, Clément, Herrera, Magú, Pego, Rocha, Ahumada, Fisgón, Rictus, Camacho y un sin número más que por lo menos a mi, se me han olvidado. El periodo que recuerdo con mayor nitidez es 91-95, el país estaba hecho un desastre, y la crítica, a pesar de la censura, venía con todo. Jugaban con inuendos, críticas sociales desde lo sútil hasta lo cínico, descarado y hasta de muy mal gusto (cosas que hoy en día dudo mucho pudieran publicarse en un diario de tiraje amplio). Muchas veces simplemente te quedabas viendolo, lo releías, pensabas, lo volvías a mirar y te preguntabas ¿dónde podré conseguir de la que se fumaron para que se les ocurriera esto? Esas eran las pachequeces mayores, como el Santos, La vida en limbo, Buba...
Ni hablar, de las cosas que más me han marcado en mi vida.
Ahora, mi estimado Genrus, lo que deberías hacer es un pequeño segmento dedicado a Jis, quien es mi monero favorito.
Aunque ya leía desde antes, las Histerietas fueron también mi primer motivo para comprar un diario. Pero la gente y las ideas cambian con el tiempo, e incluso el Santos salió censurado de allí.
Mencionas a muchos moneros; salvo a Ahumada —que es un monero que siempre detesté porque nunca comprendí, me gusta el trabajo de la mayoría. Por allí aparecen un día comentados por aquí. :)
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