Después de hacerle el amor, encendió un cigarrillo y lo fumó, pensativo: como en las películas francesas... Luego se levantó del lecho y empezó a vestirse lentamente: como en las películas francesas... La miró, apagó el cigarro presionando fuertemente sobre el cenicero, y salió sin despedirse: como en las películas francesas... Al llegar a su casa, encontró a su mujer acostada con otro: como en las películas francesas...
Armando Rodríguez Dévora
Hay tantas formas de ver, entender y hacer cine, como las hay de contar historias. Aunque las sociedades compartimos estereotipos, clichés, anhelos y desazones, al final lo inesperado nunca lo es tanto... como en las películas francesas.
Desde que los hermanos Lumière inventaran el cinematógrafo, Georges Méliès los efectos especiales, y tipos como André Bazin, o Gilles Deleuze sentaran las bases para la teoría del cine moderna, el cine fue parte indispensable de la vida francesa.
Claro que en todas las películas —incluídas las francesas—, hay comedias románticas cursis (algunas musicales), héroes y antihéroes en secuencias predecibles, el mismo actor haciendo el mismo papel en una decena de cintas del mismo corte, exaltación de valores nacionales en tiempos bélicos, refritos de éxitos hollywoodenses, y un no tan largo como tedioso etcétera. Si bien los franceses nunca salvaron al mundo de un cataclismo, una invasión extraterrestre, o una nueva e inteligente raza de máquinas vengativas, hay un elemento omnipresente (además de la motoneta o el citröen) en una gran mayoría de ellas: no acaban en nada.
En principio eso es quizá lo que más trabajo cuesta entender de ellas; uno sabe que la pelicula terminó, sólo porque aparecen los créditos. Ni protagonistas ni antagonistas recibieron lo que merecen, el amor (valor no indispensable, pero muy recurrente) puede triunfar o no, pero nunca se queda en la orilla, y todo seguirá con la pasmosa normalidad con la que comenzó. Todos seguirán siendo pequeñas hiladas de un tejido gigantesco, sin mayor heroicidad, apego a soluciones o planteamientos morales, o pretensiones más allá de la pequeña historia que nos cuentan.
Recordando a los esporádicos lectores de esta bitácora lo mucho que adoro las justificaciones previas y los preámbulos omisibles, uso esta entrada para avisar de la futura presencia de una serie de relatos medio inconexos y sin un final concluyente. Relatos que ocurrieron en algunos lugares que visité, y donde no sólo no se sabe quién ganó, sino que apenas los más avezados se enterarán de quién jugaba. Como en las películas francesas. :)
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