04 diciembre 2010
(por Genrus )

Réquiem de aniversario »

Los últimos meses del 2010 me ha venido costando muchísimo trabajo escribir. Puedo ser condescendiente conmigo mismo, y culpar a las dificultades vivenciales en las que he estado envuelto (que no han sido sencillas ni esporádicas), o puedo también ser un tirano, reprocharme el abandonar por enésima vez un proyecto que comencé con entusiasmo, y sentirme culpable por mi recurrente falta de constancia.

Cuando abrí esta bitácora, planeaba escribir sobre libros. Sabía que no podía mantener esa temática por mucho tiempo, la verdad es que leo muy poco. Así, fui dándole oportunidad a temas de más diversas índoles, cuidando no escribir —como ahora— por puro desahogo, que ya para eso tengo otro blog. De todas formas, me encantan los aniversarios. Cada que transcurre un lapso de tiempo determinado (un año, por ejemplo) me gusta detenerme a recapitular sobre lo hecho y lo escrito. Es el turno de las Lecturas desobligadas.


Recuerdo haber visto alguna vez un libro con una pegatina en la portada que rezaba —no sé si a modo de broma, o a modo de homenaje—: 'SIN prólogo de Carlos Monsiváis'. La tendencia editorial se dejaba llevar por el talento del escritor, y me consta que al menos una decena de publicaciones de aquellos años, incluían un prólogo de Monsiváis. Llegó a hacer de ellos un género casi literario, y prueba de ello es la cantidad de gente acudía ex profeso a la hemeroteca nacional —el Sanborns— para leer el prólogo, y obviar (es decir, no comprar) el resto.

Aunque parezca contradictorio, el prólogo es algo que se escribe después de finalizada la obra, y funciona como un mecanismo introductorio, una prueba gratuita de lo que será el platillo que el lector tiene entre sus manos. En una bitácora esto no funciona así, pues se trata de textos que (al menos en teoría) no tienen fin. Quizá por eso mucha gente no encuentra el sentido de 'prologar' sus blogs; porque hacerlo, es formular una promesa que no necesariamente se ha de cumplir.

Fiel a mi propia costumbre, en el prólogo de esta bitácora, escribí un esbozo de lo que planeaba hacer con ella. Releyendo a un año de distancia, y escarbando de entre circunloquios emocionales, metáforas torpes y cursis, y una que otra divagación más nostálgica que decorativa, recuerdo que escribo aquí sencillamente por el placer que me brinda hacerlo. Debo reconocer que en ocasiones me cuesta canalizar mis monstruos al sitio que les corresponde, pero el esfuerzo vale la pena por razones de higiene mental. Es muy complicado evitar que un blog aséptico (el color blanco no es casual) se vuelva aburrido y tedioso. No soy divertido, no soy cool. Y si un día intento serlo, probablemente abiré un enésimo blog, que no contamine ni se contamine con el resto. Por lo pronto, inicio el segundo año de esta bitácora con el entusiasmo un poco desgastado, pero con las intenciones intactas.