30 octubre 2010
(por Genrus )

Maradona »

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"...la va a tocar para Diego, ahí la tiene Maradona; lo marcan dos, pisa la pelota Maradona, arranca por la derecha el genio del futbol mundial, y deja el tercero y va a tocar para Burruchaga... ¡Siempre Maradona! ¡Genio! ¡Genio! ¡Genio! ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta... Goooooool... Gooooool... ¡Quiero llorar! ¡Dios Santo, viva el fútbol! ¡Golaaaaaaazooooooo! ¡Diegooooooool! ¡Maradona! Es para llorar, perdónenme ... Maradona, en una corrida memorable, en la jugada de todos los tiempos... barrilete cósmico... ¿de que planeta viniste? ¡Para dejar el camino a tanto inglés! ¡Para que el país sea un puño apretado, gritando por Argentina!... Argentina 2 - Inglaterra 0... Diegol, Diegol, Diego Armando Maradona... Gracias Dios, por el fútbol, por Maradona, por estas lágrimas, por este Argentina 2 - Inglaterra 0".


Así describió (en vivo) el comentarista Víctor Hugo Morales el segundo gol de Diego Armando Maradona, el que encaminaba a la Argentina a las semifinales de la copa del mundo en México 1986. Si ese fue llamado el gol del siglo, la narración no debe ser menos. Maradona, Maradona, Maradona; siempre Maradona.

Para hablar del mejor futbolista que he visto, primero debo desmarcarme de la gastada discusión sobre Pelé y Maradona; de Edson Arantes he visto videos, escuchado emocionantes anécdotas y demás, pero al Diego lo vi jugar. El de 1986 fue mi primer mundial. Tengo vagos recuerdos de algunos partidos del mundial de España, pero la verdad es que como ni jugaba México, no había una actitud de fiesta; a esa edad, además, el futbol era algo para jugar en la calle, no para mirar por televisión.

Ví por primera vez a Maradona en el estadio de Ciudad Universitaria. Los coreanos del sur tenían la simpatía por el débil del público, pero Argentina era demasiado rival. Los pamperos se impusieron fácilmente por 3-1, y aunque no anotó, Maradona se notaba cada vez que tocaba el balón. Era un jugador que era muy fácil de seguir. Quizá sea cursi decirlo, pero cada vez que tenía la redonda, cualquier cosa podía pasar. Lo podías ver en los desesperados gritos de los rivales. Era mágico. El mundial avanzaba, y México se clasificaba a los octavos de final. No conseguimos boletos para el estadio Azteca, pero los tíos anticipadamente adquirieron entradas para el siguiente partido, que suponían sería también de México. Llegando a casa, se enteraron: de vencer a los búlgaros, México enfrentaría al vencedor del Marruecos-Alemania en Monterrey, y para lo que consiguieron entradas, fue para el choque entre los vencedores de las llaves Inglaterra-Paraguay, y Uruguay-Argentina.

Eran mis inicios de aficionado al futbol. El mundial me había dejado una docena de jugadores a los cuales seguir; no tuve un claro favorito, hasta que llegó el 22 de junio, y acudimos al Azteca. Portando la casaca de entrenamiento, los jugadores de ambos conjuntos hacían estiramientos, sprints, y se les veía en el gesto la seriedad y la concentración de quien está en la víspera de un importante compromiso. Excepto Maradona. Diego estaba como niño pequeño esperando a que le presten una pelota. La dominaba, se regodeaba con ella, parecía aburrido. Este hecho no varió tras el silbatazo inicial: estaban 21 jugadores en la misma tónica de concentración, disciplina, planteamientos tácticos, entrega, sacrificio, y demás, mientras Maradona jugaba. Jugaba, en el amplio sentido de la palabra, al futbol. Iba y venía por donde quería. Una auténtica pesadilla para Fenwick, Butcher y Reid, quienes apenas tacleándolo podían detenerlo.

Apenas arrancó el segundo tiempo, vino lo inolvidable. Mis tíos llamaban desesperadamente al cartero(1), cuando Hodge, quien parecía controlar una pared entre Maradona y Valdano rebanó el balón en su intento de despejar; Maradona hizo por el esférico, saltó, gol. No sé si fue el ángulo donde estábamos, pero yo no vi que usara la mano. Sólo vi a TODOS los ingleses abalanzarse sobre el árbitro a reclamar algo. ¿Fuera de lugar? No, no creo, porque el balón viene de un contrario. —¿Tons qué reclaman esos jijos de Sherlock Holmes?, comentó Manuel mientras le compraba una ronda más al cartero.

Los ingleses trataban de reponerse del golpe anímico, cuando en el medio del campo, otra vez Maradona recuperó el balón. Giró la cintura, adiós Beardsley y Reid. Arrancó; Butcher nunca supo cómo cerrarle el paso, mientras Diego seguía en línea recta; Fenwick se había ido sobre Burruchaga, y cuando quiso regresar a tapar, Maradona se quitaba a Shilton, el arquero, y con todo y la barrida de Butcher, mandaba el balón al fondo de las redes. El estadio se unió en un sólo grito: ¡Die-go, Die-go! Gary Lineker alcanzó a acercar a los ingleses con un cabezazo a 3 minutos del final de juego, pero no hubo tiempo para más. Maradona se llevaba a su equipo a semifinales, y de paso cobraba una revancha moral por el asunto de las Malvinas. Qué golazo el segundo, comentaba Manuel, mientras caminábamos de regreso sobre la calzada de Tlalpan. Pero qué pinche personalista se vio, ¿no?

Ese segundo gol fue repetido hasta la saciedad en todos los noticiarios deportivos, mientras los comentaristas se deshacían en elogios. Un gol que mientras más veía, menos podía creer. Claro que después vinieron las odiosas comparaciones; en el mundial 94, un saudi árabe también, tomó el balón detrás de su mediocampo, se quitó a cuanto jugador le salió al paso, y terminó anotando un golazo. Pero en esa jugada tuvo contó con una cuota de fortuna (dos veces el rebote le favoreció), y con la displicencia de los defensores belgas. Años después Messi le hizo un gol de muy similar manufactura al Getafe, y los medios, ni tardos ni perezosos, superponían videos para afirmar que la jugada era una calca de la de Diego. Sí, claro. Con una muy notable diferencia: Mientras Messi va corriendo, va luchando, va en el clímax de la concentración y el esfuerzo, Maradona iba como flotando, como danzando en un ballet con la redonda cosida a los pies.

México había sido eliminado en penales por la entonces Repúbilca Federal de Alemania, quien también dio cuenta de la poderosa Francia; sin discusión, el mejor equipo que he visto en mi vida. Aquel de Platini, Tiganá, Giresse, Rocheteau y tantos otros. Maradona lo volvió a hacer en la semifinal contra Bélgica. Un Maradona solitario, un Maradona bastó para eliminar al caballo negro de la competición. Argentina llegó a la final, se coronó campeón del mundo, y el futbol siguió su curso.

De allí en adelante, comencé también a seguir el futbol por televisión. Me doy cuenta del transcurrir del tiempo, cuando veo a muchos futbolistas cuyas jugadas recuerdo perfectamente, usar un traje, y dirigir desde el banquillo. Veo también el surgir de nuevas estrellas, de nuevas promesas, de nuevos héroes del mundial. Y mientras más Zidanes, Beeckhams, Figos, Ronaldos, Ronaldiños o Ronalditas veo, más extraño al Diego. Más me quedo esperando a que llegue alguien con tanta magia, con alguien que se divierta jugando y además lo haga de modo sublime.

Me quiero desmarcar también de toda la historia posterior del genio argentino; además de no ser nadie como para establecer juicios morales subjetivos sobre su persona, actividades, excesos y yerros, nada de lo que haga borrará de mi memoria ese placer por el futbol que vi con mis propios ojos resplandecer bajo sus pies. Maradona puede ser para usted Dios, el mejor futbolista de la historia, o simplemente un vulgar y obeso drogadicto. El Diego es el jugador más fantástico que me ha tocado ver. No fui testigo de nadie antes, no he sido testigo de nadie después, al menos los siguientes 24 años. Y contando.



1.- "Cartero" fue un invento publicitario de mucho éxito durante 1986. Su arraigo es tal, que a la fecha aún se les sigue diciendo "Carteros" a los tipos que venden cerveza en los estadios, aún si la cerveza no es "Carta Blanca" (marca patrocinadora oficial del evento)
El gol de La mano de dios.
El gol del siglo (ambos con la narración original argentina).