20 marzo 2010
(por Genrus )

Chilangos »


Conversando con un amigo chileno fan de Café Tacuba, en algún momento llegamos al tema de la Chilanga Banda. Con el gusto que da responder algo que sabes (como cuando te preguntan por una calle —y no necesitas inventar dónde está—), abundaba alegremente sobre sutilezas y matices de la canción; chundo, cholo, teporocho; chafirete, chota, talacha, en fin. No obstante, los problemas empezaron con la pregunta:

—¿Pero 'chilango' qué es? ¿Un mote, o un gentilicio?—


Ya chole chango chilango; ¡Que chafa chamba te chutas!
No checa andar de tacuche, y chale con la charola.


No existe un gentilicio para los nacidos en una ciudad que tiene el mismo nombre que el país. Los gentilicios, —según la academia— se componen de topónimo (región), más sufijo de procedencia. Así, 'veracruzano' o 'jalisciense' son gentilicios, mientras que 'jarocho' o 'tapatío' son simples motes. Pero ninguno tiene la carga peyorativa que tiene el término 'chilango'. La mayoría de las razones se sustentan en el mal endémico de las capitales: el centralismo, la aglomeración, y todos sus excesos derivados.

Creo que México es un pueblo muy orgulloso de su historia. Todos los mexicanos que conozco, saben mucho de su historia y sus raíces. Ojalá acá todos fuéramos así.
—Conversación fortuita a propósito del Chavo del 8, con un taxista en Santiago.



Linguistas, historiadores y eruditos no se ponen de acuerdo en los orígienes del término. No hay siquiera una raíz etimológica razonablemente válida. Sugiere Gabriel Zaíd (regio), que el término viene del maya xilaan, que significa desgreñado; en ese mismo ensayo, cita que César Corzo (chiapaneco) propone la voz náhuatl chilan-co —"donde están los colorados"— (que seguramente usaban los tlaxcaltecas rubios de ojos verdes, o vaya uno a saber). Luego, está la teoría de 'cilanco', que es el salitre que deja un lago al desecarse... salvo porque en aquellas épocas, el lago estaba a todas aguas. La versión de Carmen Nieva López, estudiosa de la cultura nahua, de que el término viene de ixachilan (inmensidad), y por ende ixachilanca, 'habitante de la región inmensa', es quizá la que menos peros tiene, pero tampoco puede ser definitiva.

Entre el homónimo con el país, la ambigüedad histórica de sus límites, y su función como sede de los poderes de la federación, es difícil encontrar un apelativo adecuado. ¿Capitalino? Demasiado genérico; ¿Defeño? Impensable. Es darle demasiada validez a unas siglas administrativas, y que encima no son únicas (Brasilia, D.F. es un ejemplo). La ciudad comezó a expandir sus límites sobre los pueblos aledaños, y devoró azcapotzalcas, tlatelolcas, culhuacanos, xochimilcas, tlalpeños (sí, los inventores de dicho caldo) y demás, que pasaron a ser simplemente chilangos.

En todo el mundo ocurre lo mismo: Los oriundos de las grandes aglomeraciones urbanas, no son bien vistos por la gente de ciudades pequeñas. Las problemáticas y dinámicas de uno y otro sitio suelen ser  como mínimo, diametralmente opuestas. Afirmar que una es mejor que otra, es demasiado subjetivo, pero tremendamente divertido: los chilangos no entendemos el concepto "día caluroso", así como la gente de otras regiones no comprende el término "tráfico intenso". La gente que se desespera cuando pedimos quesadillas de queso, es porque sólo conoce las que son preparadas con tortilla, y no las de masa. Acá disparamos en vez de pichar, nos pasamos de lanza en vez de bañárnosla, lo chistoso no es cura sino cagado, chupamos en vez de pistear, no vamos al jale sino a la chamba; cabuleamos en vez de tirar carro, y desde luego, no feriamos, parqueamos, pichoneamos, y un larguísimo etcétera.

Lo que sí es un hecho, es que la gente de provincia no sabe alburear.