26 diciembre 2009
(por Genrus )

Pretextos inconexos, y otros contextos convexos. »

Un par de chicas de apariencia muy sofisticada, recorren los pasillos y las salas. Hablan de perspectivas, tendencias, visiones, e intercambian netas. Apreciar el arte contemporáneo, es una tarea complicada. En primer lugar, la labor de percibir debidamente la magnitud, intensidad o grado de las cosas y sus cualidades es tremendamente subjetiva; y en segundo, en muchas ocasiones se necesita desesperadamente el disponer de un contexto.

El problema con los contextos, es que para serle útiles al entendimiento, necesariamente deben modificar un poco el significado. En ese sentido, arte y entendimiento, símbolo y alegoría, se encuentran encerrados en una caja como la del gato de Schrödinger1; mientras no se toquen, sólo se pueden hacer suposiciones, superposiciones. Abrir la caja, hará que los contextos entren, alteren el ambiente y rompan ese entrelazamiento (Verschränkungestán). Hay obras que sin su debido contexto están completamente a la deriva; hay en cambio aquellas a las que la presencia de un contexto les perjudica bastante.

Tres salchichas colgadas

De estar en una carnicería, no les habría prestado más atención. Las miré detenidamente unos minutos, tratando de comprender la escena. El inmenso blanco del fondo era demasiado agobiante. Muchas preguntas me vinieron a la mente. Miré con algo de impaciencia la ficha técnica. "Sin título". Vaya. El artista ni siquiera se ha tomado la molestia de otorgarle uno. ¿Técnica? embutidos cárnicos/hilo de cáñamo. ¡Vaya, qué bueno que lo menciona! Miré con curiosidad el folleto; el artista nació en algún sitio, estudió en algún otro, y su trabajo ha sido expuesto en una lista de ellos. Esa información sonaba aterradoramente verídica, pero seguía siendo tan vaga como la de la ficha técnica. Del Museu d'art contemporani de Barcelona.

Un músico en el metro

No sé exactamente qué trataba de probar socialmente el Washington Post cuando hizo el siguiente experimento2: convencieron a Joshua Bell, uno de los violinistas más connotados del momento, y quien sin dificultad vende las entradas a sus conciertos en los más elegantes recintos en centenas de euros, de vestirse de jeans, y tocar su Stradivarius (valuado también en varios millones de euros) en una estación del metro de esa ciudad, en una hora pico. Supongo que se trataba de averiguar si el ciudadano común podía distinguir a un concertista de un músico callejero, e iniciar con ello alguna discusión sobre el estado del arte. El experimento, aunque ampliamente publicitado, tuvo poco de innovador. Ya desde hace mucho tiempo, que pinturas realizadas por simios o elefantes, son dolosamente presentados ante críticos de arte especializados, quienes naturalmente caen en el garlito, y emiten su opinión sesuda y grandilocuente.

Martin Heidegger3 definió alguna vez el arte como lo "cósico de la cosa". Explicado con manzanas, la 'cosa' (ente), es el soporte físico; la pintura, la piedra, la vibración, el tono, el material que determina la existencia del objeto. Lo 'cósico' es todo aquello que transmite; que la vuelve arte, y que la distingue de la cosa común. La pintura es un montón de manchas, la música es un montón de sonidos, la literatura es un montón de letras; es el modo en que éstos se hallan dispuestos, lo que consigue transmitirnos algo. Agregadas las sobresignificaciones necesarias, la alegoría queda lista.

Plata sobre gelatina

Todavía en estos días, es común escuchar cuestionamientos sobre la fotografía como arte. Cualquiera puede hacer una foto. Claro, como cualquiera puede hacer un cuadro, o una novela, o una canción. Lograr una buena foto, un magnífico cuadro, una maravillosa novela, o una hermosa canción, es distinto. Ciertas fotografías, nos muestran una realidad que allí está. Un pintor hiperrealista, debe al menos recrear elemento por elemento todo lo visto. El fotógrafo sólo tiene que disparar su cámara. ¿Cuál es entonces su mérito artístico? El consenso generalizado de los especialistas dicta que el encuadrar un fragmento de la realidad, y (re)presentarlo dentro de otro contexto, es lo que lo vuelve arte, lo que le brinda su valor.


¿Entonces? ¿Esto es como en el Scrabble? ¿Puedo poner una 's' al final, pluralizar la palabra ya hecha, y ganar incluso más puntos que el jugador anterior? Seguramente pude fotografiar las salchichas colgadas del MACBA. Estaría modificando el contexto de una realidad,  y representando mi visión particular, o sea, haciendo arte. Tengo claro que de exponer semejante pieza de arte en el metro, ningún naco sabría apreciarla, por lo que tengo que conseguir el elogio de algunos connotados críticos de pintura animal, para buscar colocarla como mínimo en el MUAC —nuevo museo de arte de la UNAM—; en una pared inmensa, y con su respectiva ficha: "Sin título" —no por holgazán, sino como tributo a la del artista original; "Plata sobre gelatina" para no dejar en blanco el inciso de "técnica", y sus respectivas medidas, para ulteriores catálogos y libros sobre arte moderno. Y por supuesto, lejos de las esvásticas de fomi que otro artista contemporáneo consiguió exhibir allí.

Sin duda, pude. Pero en vez de retratar las salchichas y hacerme famoso, elegí asomarme por una puerta de cristal, y fotografiar un graffiti de afuera del museo. Trato con todas mis fuerzas. Pero tristemente soy un simple mortal que sigue sin comprender el arte.