04 noviembre 2013
(por Genrus )

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Hace algunos años (quizá no tantos), cuando todavía creía en la transparencia e imparcialidad de los concursos de diseño (carajo, entonces sí fue hace muchos), presenciaba la ceremonia de premiación («Amigos intercambiando cebollas», plata sobre gelatina de mamey) de los proyectos más destacados del certamen, cuando la chica (esbelta, hermosa, y con un vestido tan efímero como mi fe) que nombraba a los ganadores abrió el sobre para una de las categorías:

—Y el ganador es (tambores imaginarios mientras desdobla el papel).
—¡Desierto!

*grillos.mp3*

—¡Vamos! ¡Que pasen por su premio los integrantes del proyecto «Desierto»!

*un señor de traje se acerca al atril donde ella permanece expectante, y le susurra algo al oído. La chica tiene entonces una epifanía:

—¡Aaaay! ¡Pero qué tonta soy!

El quórum estalla en aplausos y risas (la esbelta mujer no dejó de sonreír o ser hermosa ni por un momento). La ceremonia continúa. Salgo del recinto y enciendo un cigarrillo. El bote de basura-cenicero está repleto de empaques vacíos de cosméticos que yo diseñé hace todavía más años. Sonrío. Me termino mi cigarro y vuelvo a la ceremonia (los canapés aunque escuetos, estaban buenísimos).

Un Comentario:

MIRTA CRISTINA RODRIGUEZ CORDERI dijo...

ay bellezas huecas
y oquedades bellas
Muy buen cuento, corto, conciso, bien redactado y no decae la atención a lo largo de todo el relato.

MIR