24 septiembre 2016
(por Genrus )

El único adversario »


—¿Qué lees, Pa?
—«La vida de Pi». Te lo tomé.
—Oh. Es un buen libro. Te va a gustar. Yo lo leí mientras estuve en Canadá.
—Yo lo venía leyendo en el metro.
—Jajajaja. Sí, Pa. Pero yo lo decía sólo porque parte del libro ocurre allá.
—Sí, corazón. Yo lo decía porque venía en el metro rodeado de bestias salvajes.


 Suelo ser renuente con los best-sellers. No por un pretendidísimo esnobismo y ansiedad de desmarcar mis gustos de los del resto del mundo (ajá), sino porque he tenido malas experiencias con algunos de ellos. Tampoco soy muy asiduo a las novelas. En realidad es poco lo que leo, y pocuro que el tiempo que le dedico a ello me aporte algo. Con eso sí soy muy estricto: si un libro no consigue atraparme en las primeras 30 ó 40 páginas, lo abandono así, sin más.

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Cuando algo está verdaderamente bien escrito, no importa cuántas veces lo leas: no puedes saber cómo está hecho.
—E. Hemingway

Suelo ser también renuente a las recomendaciones. En especial a aquellas demasiado efusivas, porque me hacen crecer mucho las expectativas. Sin embargo, un «No se vayan de esta vida sin haber leído ese libro», de alguien a quien quiero y admiro mucho fue más que suficiente para embarcarme en la aventura de leerlo.

«Embarcarme en la aventura de leerlo», dije, y escuché la barahúnda de todos los lugares comunes riéndose de lo que dije hace un momento sobre los best-sellers. Pero sentí que tenía una buena razón para hacerlo: la portada, la sinopsis en la contratapa y todos los datos previos que tenía (incluso el cartel de la película basada en la novela) me hacían inferir que esta era una historia sobre naufragios y condición humana en situaciones extremas. No es la primera vez que me equivoco, desde luego.

Siendo hijo del dueño de un zoológico, Pi (apócope de su inusual nombre), es un muchacho que ha pasado su vida rodeado de animales. Los animales salvajes no son muy distintos de aquellos que viven en cautiverio. Y lo mismo ocurre entre ellos y los hombres. Hay partes del insitinto y la conducta que son comunes a todas las especies, lo que cambia son las herramientas que les brinda la naturaleza a cada una para enfrentar sus circunstancias. Y no me refiero a las garras, los cuernos, el olfato, la sagacidad o la velocidad, sino a la entereza del espíritu de cada uno.

El naufragio es una cosa, la zozobra es algo muy distinto. Cuando la familia del protagonista decide dejar la India buscando la promesa de un mejor destino en Canadá, un accidente hunde el barco donde viajaban en algún lugar del Pacífico. A partir de ese momento, más que contarnos una historia de supervivencia, la narrativa va luyendo los vericuetos de la condición humana y el instinto animal, para dejar al descubierto una vista despejada y casi inesperada del espíritu. La supervivencia no consiste en aferrarse a la vida a través del instinto, sino de no derrumbarse ante la trágica aspereza que puede presentar la adversidad. Y aunque no es justo que la ternura tenga que darse la mano con el horror, el miedo es el único y auténtico adversario de la vida. Sólo el miedo puede vencer a la vida.

«No tenemos comida ni agua, pero nos tenemos el uno al otro. Eso ya es algo. Algo precioso.»

Pensar en alguien en medio del océano con un tigre de bengala como única compañía es una de esas cosas que se antojan en verdad inverosímiles. Y es precisamente de esa condición casi imposible de lo que se nutre la historia. Una historia que nadie puede asegurar que sea cierta o sea falsa. Una historia en que uno puede elegir o no creer. Tal como ocurre con Dios, dicho en palabras del propio protagonista. La duda es lo que mata. Elegir la duda como filosofía de vida, es como elegir la inmovilidad como medio de transporte.

Hay muchísimas maneras de entrar a este libro. No sé si haya tantas de salir de él. Como cuento al principio, lo venía leyendo en el metro, completamente inmerso en los sucesos. Los significados llegaron después. Hace tiempo que no cerraba un libro con tantas emociones circulando. Me alegra mucho haber aceptado la invitación a él.