Cursaba el 4º grado de primaria, cuando durante la clase de matemáticas el profesor arrebató el cuaderno de mi pupitre y lo miró. —¿¡Dibujitos!?— estalló. —¿Por qué estás haciendo dibujitos en vez de los quebrados? ¡Qué irresponsabilidad! ¿Qué va a pasar contigo cuando seas adulto, y tengas un empleo? ¿Te vas a poner a hacer dibujitos también?
&
Muchas de las personas que conozco dejaron de dibujar. Tal vez porque tenían cosas más importantes qué hacer, o quizá porque en algún momento alguien les dijo que no eran buenos dibujando, y se lo creyeron. Todos dibujábamos cuando éramos niños. No es que uno deje de dibujar porque deje de ser niño; uno deja de ser niño precisamente cuando deja de dibujar.