29 mayo 2010
(por Genrus )

A prueba de balas: cómic y cine. » »

Algunos llaman al cine 'el séptimo arte'. A alguien (fotógrafo, casi seguro) se le ocurrió que la fotografía es el octavo arte; y ya siguiendo con la fiesta taxonómica, alguno más colocó al cómic en el noveno peldaño. El cómic es una expresión artística con mucha frecuencia incomprendida. Ya lo decía Francisco Gabilondo Soler: a las personas serias les ofende que les cuenten las historias con dibujitos.

22 mayo 2010
(por Genrus )

Paradojas

Muchas cosas pasaban por mi cabeza cuando comencé a escribir en mi primer blog. Me sentía muy confundido, y tuve necesidad de un sitio dónde desahogarme. Claro que bien pude simplemente abrir una carpeta en mi disco duro y dar rienda suelta a mis emociones en textos llenos de nombres, fechas, lugares y sucesos, pero no. Soy un sujeto bastante más elaborado que eso.

Visto desde la perspectiva emocional, la desventaja evidente de un blog, es que cualquiera puede leerlo; esto no es necesariamente malo. En ocasiones incluso da más confianza desahogarse frente a completos desconocidos, cuyo juicio suele ser más imparcial; sin embargo internet es un sitio sorprendentemente pequeño, así que como medida de protección eché mano de los recursos que tenía; desde las metáforas más arjonescas, hasta de los aforismos más barrocos. El resultado fue un muy prolijo desmadre con todos esos textos escritos desde las vísceras. Pero así salieron muchos de mis demonios, fantasmas y monstruos personales.

Un par de años después me sentí capaz de un blog que no requiriera tales complicaciones. Tenía antojo de un blog blanco, y comencé con este. Me sentí muy cómodo en él. Como en una casa nueva de grandes ventanales, amplios e iluminados espacios y paredes blancas listas para decorar. Seis meses después de haber iniciado, siento mi escritura más libre, más fluída y mucho menos complicada. Pero las estadísticas no mienten: el otro blog, ese viejo castillo rodeado por un foso de fango, repleto de oscuros y hediondos laberintos que no llevan a ningún sitio, y habitado por seres improbables de pésimos hábitos, tiene muchísimos más hits y visitas diarias.

15 mayo 2010
(por Genrus )

El llanto de las rejas. (Parte 1) » » »


Era quizá la una de la mañana cuando zigzagueando entre putas y contenedores de basura, me detuve frente al número 44 de Joaquín Costa. La pequeña mica en la entrada confirmaba que esa era la dirección de el Gato arrabalero, un nombre verdaderamente ad-hoc. No hubo necesidad de llamar; la pesada puerta de madera estaba entreabierta. El quejido de las gastadas bisagras hizo eco en ese vestíbulo apenas iluminado por la tenue y parpadeante luz que se colaba de una vieja balastra colgada 4 pisos más arriba.

A tientas por la escalera, llegué al segundo piso. La chica del recibidor se fumaba un cigarro sin filtro y estaba tan absorta en su lectura, que me dio la impresión de que no notó mi presencia.

—¡Buenas noches!—, saludé. No recibí respuesta.

Por alguna extraña razón cultural, muchos mexicanos tenemos el defecto de ser demasiado... ¿Cómo decirlo? ¿Protocolarios? En vez de hacer preguntas directas, saludamos, disculpe asté, de casualidad tal cosa, etc. Quizá por eso es que el modo en que a veces se dirigen a nosotros otros hispanoparlantes, nos resulta hosco, golpeado.

Mientras ordenaba mis ideas, no pude evitar recorrerla con la mirada; el mechón rojo intenso de su cabello, sus labios y uñas pintadas de negro; demasiados piercings y algunos tatuajes que se dejaban ver bajo la tela traslúcida de su blusa negra y sus medias de red terminadas en unas toscas botas con casquillo y estoperoles.

—Buenas noches— repetí, esta vez haciendo énfasis en que era a ella a quien me dirigía. —Estoy buscando a Gabriela Reyes. Quedamos de vernos aquí en la noche y quisiera saber si llegó ya.—

Sin mirarme, respondió: —Allá hay una libreta de tapa guinda con los nombres de las personas han venido aquí. Si se anotó, está. Y si no, junto al mingitorio hay un teléfono de monedas.—

—¡Gracias, qué amable! —
Pinche vieja mugrosa—, pensé.

01 mayo 2010
(por Genrus )

Como en las películas francesas... » » »




Después de hacerle el amor, encendió un cigarrillo y lo fumó, pensativo: como en las películas francesas... Luego se levantó del lecho y empezó a vestirse lentamente: como en las películas francesas... La miró, apagó el cigarro presionando fuertemente sobre el cenicero, y salió sin despedirse: como en las películas francesas... Al llegar a su casa, encontró a su mujer acostada con otro: como en las películas francesas...

Armando Rodríguez Dévora

Hay tantas formas de ver, entender y hacer cine, como las hay de contar historias. Aunque las sociedades compartimos estereotipos, clichés, anhelos y desazones, al final lo inesperado nunca lo es tanto... como en las películas francesas.